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lunes, 14 de febrero de 2011

Principales Aportes de Teorías y Paradigmas de la Comunicación Social

Principales Aportes de Teorías y Paradigmas de la Comunicación Social(*)

Las dos grandes producciones de teorías y paradigmas de la comunicación massmediática, son los desarrollos norteamericanos y europeos, de los cuales se desprenden los actuales paradigmas y marcos teóricos, tanto de los países del norte como de los actuales desarrollos latinoamericanos. Haremos un breve y sintético recorrido por aquellas primeras teorías, para luego tematizar sobre los actuales paradigmas que son referentes de nuestros trabajos.
En E.E.U.U. en la década de 1920, se realizan los primeros estudios sobre comunicación de masas. Su objetivo en la investigación apunta, desde el comienzo, al estudio de los efectos.
Esta es una visión simplista y reduccionista del esquema conductista: estímulo-respuesta. Se llama "Teoría hipodérmica" o "bala", porque considera a los mensajes de los medios como estímulos que actúan directamente y de forma homogénea sobre la audiencia.
Está centrada en el estudio de los efectos, o sea, cómo los mensajes de los medios impactan directamente sobre los individuos, que son un público pasivo y fácilmente vulnerable y alcanzable por el mensaje.
- Laswell avanza en el análisis al plantear: ¿quién, dice qué, a través de qué canal, a quién y con qué efecto? Esto permitió organizar diferentes sectores de la investigación comunicacional. Aún así, la iniciativa sigue siendo del comunicador y los efectos son exclusivamente por parte del público.
-La corriente Empírico-Experimental centra su objetivo en estudiar la eficacia de la persuasión y cómo estructurar los mensajes de la manera más adecuada.
-Los estudios sobre las características del destinatario, que mediatizan la realización del efecto; la segunda representada por las investigaciones sobre la organización óptima de los mensajes con fines persuasivos" (Wolf. 1987. Pag. 37). La audiencia se expone selectivamente, su percepción es selectiva y su memorización es selectiva.
-Los Estudios Empíricos sobre terreno o "de los efectos limitados", reconoce la complejidad de las acciones comunicacionales mediáticas y encuentra el papel central de los procesos de interacción social y de influencias mutuas entre los individuos y los mass-media. Se descubre el rol que juegan los contextos sociales, tanto de producción como de recepción de los mensajes, revelando la importancia de las relaciones interpersonales, la influencia de los grupos primarios, de los grupos de referencia y de los líderes de opinión.
"...la capacidad de influencia de la comunicación de masas se limita sobre todo a reforzar valores, actitudes, posturas, sin poseer una capacidad real de modificarlos o manipularlos." Klapper, 1960 (en Wolf. 1987. Pag. 62).
-A partir de los años '70, bajo la influencia de la teoría sociológica funcionalista, se reorienta la investigación sobre la comunicación de masas hacia las funciones que ésta desempeña en la sociedad.
-Los medios son considerados parte integrante de la cultura social y cumplen determinadas funciones dentro de ésta. El interés de los estudios se centra en lo que la gente hace con los medios y los mensajes, cómo los usa y cómo se gratifica con ellos. Los mensajes .son interpretados, disfrutados y reinterpretados en función del contexto y las condiciones socio-culturales en las cuales el sujeto se .encuentra inmerso, y desde ese contexto va a tomar o dejar aquellos elementos del mensaje que lo gratifiquen o que pueda utilizar en su mundo cultural.
"En 1973 Katz, Gurevitch y Hass establecen cinco clases de necesidades que los medios satisfacen:
a) Necesidades cognoscitivas (adquisición y refuerzo de los conocimientos y de la comprensión).
b) Necesidades estético-afectivas.
c) Necesidades integradoras a nivel de la personalidad (seguridad, estabilidad emotiva, incremento de la credibilidad y del status).
d) Necesidades integradoras a nivel social (refuerzo de los contactos personales con la familia, los amigos, etc.)
e) Necesidades de evasión (relajación de tensiones y conflictos)." (Wolf. Págs. 80 y 81).
La audiencia es concebida de forma activa, ya que ésta elige selectivamente en función de sus necesidades, intereses y usos.
Sobre el fin del siglo XIX y comienzos del XX, en Europa irrumpen con mucha fuerza los estudios sobre la sociedad de masas. El paso de la sociedad tradicional a la sociedad industrial ha modificado el tejido social y produce cambios sustantivos en la vida de los individuos que empiezan a estudiarse: anonimato, atomización, aislamiento.
En el clima de estas reflexiones y especulaciones van emergiendo diferentes teorías en Alemania, Francia e Inglaterra.
-En Alemania, en el Instituto de Estudios Sociales fundado en 1923, más conocido como Escuela de Francfort, se encuentran los fundadores de la Teoría Crítica, de formación marxista, que proponen una teoría de la sociedad entendida como un todo.
"Según esta concepción victimizante, los medios condicionan las conciencias y conducen al adoctrinamiento de las masas quienes son apartadas de su proyecto histórico revolucionario."
"En la era de la industria cultural el individuo ya no decide autónomamente: el conflicto entre impulsos y conciencia se resuelve con la adhesión acrítica a los valores impuestos."
"...el consumidor no es soberano, como la industria cultural desearía hacer creer, no es un sujeto sino su objeto" (Adorno. 1967. citado por Wolf. 1987. Pag. 95). Esta teoría sociológica tiene dificultad en pasar del análisis global del sistema de la industria cultural al estudio de los procesos comunicacionales y de influencia como se dan en la realidad cotidiana.
-La Teoría Culturológica francesa pone de "manifiesto los elementos antropológicos más importantes y la relación que se instaura en ella entre el consumidor y el objeto de consumo" (Wolf. 1987. Pag. 112). Morin, representante de esta teoría, plantea la resignificación del papel de los medios en la estandarización y el sincretismo y nos dice: "Reduce los arquetipos a estereotipos"
(...) “La franja de lo real donde lo inesperado, lo extraño, el asesinato, el accidente, la aventura, irrumpen en la vida cotidiana" (Morin, 1962, cit. Wolf. 1987. Pag. 115).

-En Inglaterra, en la Universidad de Birmmghan, entre los años 50 y 60, surge la teoría de los Cultural Studies y es perfeccionada en el año 1980 con Hall.
Entiende a la cultura como elaboraciones y producciones colectivas, en la cual los medios de comunicación social sor elementos significativos que colaboran y participan en estas elaboraciones culturales y en la producción de universos simbólicos.
Los medios resignifican la realidad y son parte de los procesos de influencia y de interacción simbólica. Proponen el modelo de la recepción activa, porque se considera al receptor como un sujeto activo que desde su lugar de pertenencia resignifica y actualiza las significaciones de los mensajes mediáticos.

5. Aportes Teóricos e Investigaciones Actuales

Los abruptos cambios tecnológicos (TV. satelital, Internet, cable coaxil, fibra óptica, CD-ROM, etc.), replantean nuevas formas de sociabilidad, nuevos espacios privados y nuevas formas de interacción con lo global y con la producción de sentido por imagen. Es así como surgen nuevos paradigmas que intentan dar cuenta de los procesos de influencia entre los mensajes de los medios y los sujetos, nutriédose de los grandes desarrollos.
Para articular socialización-televisión, hemos escogido tres enfoques diferentes ya que cada uno de ellos ha considerado algunos aspectos de la realidad de la influencia-apropiación televisiva, pero a los fines de nuestras actuales propuestas e investigaciones son complementarios. Los planteos de Silverston y Haitley en tanto televisión-socialización-aprendizaje, por un lado.
Y la agenda setting postulada por Mauro Wolf, que tiene su origen en la formulación que hicieran Lang y Noelle Neumann sosteniendo que los medios de comunicación tienen la posibilidad de posicionar o tematizar de qué es importante hablar, cómo es importante y significativo percibir determinadas realidades y acciones sociales, a través de la acumulación, la consonancia y la omnipresencia.
- La perspectiva psicodinámica que desarrolla Roger Silverstone se nutre en la corriente inglesa de los "Cultural Studies". Toma el concepto de objeto transicional de D. W. Winncott que implica el acercamiento a otros objetos que en parte reemplacen el primer vínculo y sostiene que la televisión actuaría en "el espacio potencial" que en algún momento ocuparon los ositos de paño, las mantitas o el pecho materno y funcionaría desde el punto de vista cultural y catéctico como objeto transicional. Agregando que este medio sueíe aportar dosis significativas de seguridad y regularidad frente a una realidad cambiante y ansiógena; presentándose como un fenómeno cíclico ya sea en sus horarios, géneros y narrativas. La presencia permanente de la televisión en el medio hogareño participa como un soporte en el desarrollo del niño y en su constitución como sujeto. Implica considerar a la televisión como, un factor más en la socialización del infante y como el objeto de vínculos más o menos intensos. D. W. Winncott (citado por Silverstone. 1994. Págs. 30/31) sostiene que todo individuo es producto del ambiente familiar y social que lo rodean en sus primeros años donde los objetos intermediarios soportan y contienen la angustia.
La televisión actuaría en ese espacio potencial y funciona desde el punto de vista cultural y catéctico como objeto transicional, en tanto aporta dosis significativas de seguridad y regularidad frente a una realidad cambiante y ansiógena.
-Nutrido también en la corriente de los "Cultural Studies", John Hartley actual profesor de la Universidad de Cardiff, ha realizado nuevos aportes sobre los usos de la televisión sosteniendo que los sujetos realizan un uso activo.
La televisión retoma la tradición oral de otras instituciones -familia, escuelas, iglesias- siendo la heredera de enseñanzas orales a través de canciones, historias, miradas y discursos. "La televisión sea tal vez el más importante educador primario (Hartley. 2000. Pag. 190).
"...la televisión puede ser un importante educador primario, y un educador general, de costumbres, una manera de transmitir actitudes y supuestos".
"...constantemente se coloca un límite frente a las personas con respecto a otras maneras de mover las manos, de sentarse, de vestirse, de reaccionar ante extraños, de comer, de llevar una conversación" (Hartley. 2000. Pag. 192).
Asimismo, es un aprendizaje permanente de socialización de cómo viven los otros y los significados que los otros le dan a trabajar, ganarse la vida, formas de sobrevivir, etcétera.
Según este autor, la televisión también enseña diferentes preceptos éticos, ideológicos y morales, así como ciertos prejuicios y perspectivas.
-Por otra parte, la línea de investigación de la Aculturación, que se desprende también de los "Cultural Studies", procura alejarse del eje central de discusión sobre los efectos para intentar describir las contribuciones independientes que hace el visionado televisivo a las concepciones de la realidad social del espectador.
George Gerbner, Larry Gross, Michael Morgan y Nancy Signorelli han realizado investigaciones sobre "Cultuíal Indicators" y desarrollado un enfoque teórico que llamaron "análisis de aculturación" que explora las consecuencias de crecer y vivir con la televisión.
"La aculturación es pues, parte de un proceso continuo y dinámico de interacción entre mensajes y contextos y ello es cierto a pesar de y debido al carácter de proceso" "...una programación consistente, repetitiva y de largo alcance promueve patrones comunes como puede ser la tipificación".
Las influencias de un medio persistente .en la composición y estructura del entorno simbólico son sutiles, complejas y se entrelazan con otras influencias.
Esta perspectiva asume un papel de interacción de significaciones y construcción entre el medio -televisión y sus públicos.

- En una perspectiva más sociológica y de origen funcionalista, tenemos uno de los paradigmas actuales más importantes: el de la "agenda setting", que se plantea por un lado la cuestión de efectos cognoscitivos indirectos a largo plazo y, por el otro, el papel de los mensajes mediáticos en la construcción de la imagen de la realidad.
Este paradigma entiende los efectos como cambios a largo plazo, ya que las comunicaciones mediales no influyen directamente sobre el comportamiento explícito, sino que son construcciones de significaciones y contenidos culturales e influyen en la forma que los sujetos organizan y significan la imagen de la realidad.
El interés de los investigadores se orienta a "la reconstrucción del proceso con que el individuo modifica su propia representación de la realidad social" (Neuman. 1983, cit. En Wolf. 1987. Pag. 158). Más que efectos sobre los valores o las actitudes, serían efectos cognoscitivos, pues los mensajes mediales proveerían a los sujetos de conocimientos y representaciones sobre la realidad y la vida cotidiana; colaborando en las significaciones que le permiten articular la realidad subjetiva y la objetiva, mediante procesos de simbolización.
Neumann citada por Wolf (1983. Pag. 162) menciona tres características de los medios que son: la acumulación, la consonancia y la omnipresencia; en realidad son posibilidades propias de los medios. La acumulación que remite a la capacidad de éstos de crear y sostener la importancia de un tema, ya que la posibilidad de repetitividad de la cobertura resignifica determinadas realidades.
La consonancia se refiere a la recurrencia de rasgos que imparte la televisión que produce mensajes semejantes. Esto nos muestra una manera de tipificación que orienta acciones sociales y reduce por otro lado, la capacidad crítica y de disenso. Y la omnipresencia alude a que las representaciones y los saberes son públicamente conocidos porque son públicos. Este saber está siempre disponible y visible, posibilitando a los sujetos el poder de construcción, resignificación y configuración de determinados puntos de vista.
"...los medios de comunicación establecen las condiciones de nuestra experiencia del mundo más allá de las esferas de interacciones en las que vivimos" (Fishman, 1980; Wolf. 1987. Pag. 163).
Esta posibilidad de disponer por parte de los sujetos de representaciones de la realidad y conocimientos del mundo se relaciona con el efecto massmediático denominado "agenda setting".
Los sujetos tienden a incluir o excluir de sus propios conocimientos lo que los medios de comunicación incluyen o excluyen de su propio contenido.
Y parecen asignarle a los contenidos y significados que los medios valorizan, una importancia que refleja el énfasis atribuido por los massmedia a los acontecimientos, a las temáticas, a los problemas, a las personas.
Los mensajes mediales no generan cambios puntuales de conductas al comentar, describir, estructurar y precisar la realidad cotidiana como la realidad externa, más bien "presentan al público una lista de todo aquello en torno a lo que hay que tener una opinión y discutir".
Plantean, proponen y priorizan acerca de qué realidades es importante pensar o hablar. Por ejemplo, "ios niños de la guardería Trapito de B9 Mirizzi representaban, dramatizaban, dibujaban y cantaban "Manuelita" en el año 1999, y "Pan Triste" y "Bananas en Piyama" en el año 2000"; éstos obras fueron los films y obras de teatro posicionadas por la televisión durante el período de las vacaciones de invierno de cada año respectivamente.
La dependencia cognoscitiva estaría dada en dos niveles: 1) El orden del día de los temas, argumentos, problemas presentes en la agenda de los medios y 2) la jerarquización de importancia y prioridad con la que dichos elementos son dispuestos en "el orden del día".
Estas teorizaciones plantean una organización de componentes de las representaciones sociales y de los conocimientos de la realidad cotidiana, asentados en la repetitividad, la recurrencia y la visibilidad de los mensajes televisivos, lo que otorga efectividad o fuerza simbólica para imponer un modo de apreciar y percibir el mundo.
En el presente los relatos televisivos participan activamente del proceso de socialización -primaria y secundaria-ya que son cotidianamente la materia prima, que les permite a los niños entrar y participar de su, propia representación del mundo, en su cultura y en las prácticas simbólicas a las que pertenece. Convirtiéndose así en una agencia socializadora que provee pasatiempos, éntretenimientos, orienta respecto de qué es importante hablar y conversar; también suministra criterios de análisis de la realidad y promueve modelos y hábitos de forma naturalizada. Y contribuye a la construcción de las representaciones sociales.
Frente a lo caótico, cambiante y angustiante provee una dosis de regularidad y seguridad dada en la continuidad de horarios, narraciones y rutinas.
Como la familia, la escuela, la iglesia, el club, la televisión es un socializador y una matriz de aprendizajes más, pudiendo entablar con los sujetos lazos de dependencia socioafectiva.
Esto nos debe llamar a la reflexión porque los niños argentinos pasan entre tres a ocho horas diarias en la práctica del visionado televisivo, y una media de 1600 horas anuales frente al televisor y 980 horas al año en la escuela primaria.
Desde el mundo adulto nos urgen estrategias familiares alternativas, capacitación escolar en actitud crítica y una reflexión profunda sobre el juego de negociaciones culturales que estamos dispuestos a desplegar.


(*) Petit, María C.(Comp.).(2002) Televisión: La caja que socializa. Editorial Brujas. Córdoba, Argentina.

miércoles, 9 de febrero de 2011

LAS RUINAS CIRCULARES

LAS RUINAS CIRCULARES
And if he left off dreaming about you...
Through the Looking-Glass, IV

Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur y que su patria era una de las infinitas aldeas que están aguas arriba, en el flanco violento de la montaña, donde el idioma zend no está contaminado de griego y donde es infrecuente la lepra. Lo cierto es que el hombre gris besó el fango, repechó la ribera sin apartar (probablemente, sin sentir) las cortaderas que le dilaceraban las carnes y se arrastró, mareado y ensangrentado, hasta el recinto circular que corona un tigre o caballo de piedra, que tuvo alguna .vez el color del fuego y ahora el de la ceniza. Ese redondel es un templo que devoraron los incendios antiguos, que la selva palúdica ha profanado y cuyo dios no recibe honor de los hombres. El forastero se tendió bajo el pedestal. Lo despertó el sol alto. Comprobó sin asombro que las heridas habían cicatrizado; cerró los ojos pálidos y durmió, no por flaqueza de la carne sino por determinación de la voluntad. Sabía que ese templo era el lugar que requería su invencible propósito; sabía que los árboles incesantes no habían logrado estrangular, río abajo, las ruinas de otro templo propicio, también de dioses incendiados y muertos; sabía que su inmediata obligación era el sueño. Hacia la medianoche lo despertó el grito inconsolable de un pájaro. Rastros de pies descalzos, unos higos y un cántaro le advirtieron que los hombres de la región habían espiado con respeto su sueño y solicitaban su amparo o temían su magia. Sintió el frío del miedo y buscó en la muralla dilapidada un nicho sepulcral y se tapó con hojas desconocidas.
El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mágico había agotado el espacio entero de su alma; si alguien le hubiera preguntado su propio nombre o cualquier rasgo de su vida anterior, no habría acertado a responder. Le convenía el templo inhabitado y despedazado, porque era un mínimo de mundo visible; la cercanía de los labradores también, porque éstos se encargaban de subvenir a sus necesidades frugales. El arroz y las frutas de su tributo eran pábulo suficiente para su cuerpo, consagrado a la única tarea de dormir y soñar.
Al principio, los sueños eran caóticos; poco después, fueron de naturaleza dialéctica. El forastero se soñaba en el centro de un anfiteatro circular que era de algún modo el templo incendiado: nubes de alumnos taciturnos fatigaban las gradas; las caras de los últimos pendían a muchos siglos de distancia y a una altura estelar, pero eran del todo precisas. El hombre les dictaba lecciones de anatomía, de cosografía, de magia: los rostros escuchaban con ansiedad y procuraban responder con entendimiento, como si adivinaran la importancia de aquel examen, que redimiría a uno de ellos de su condición de vana apariencia y lo interpolaría en el mundo real. El hombre, en el sueño y en la vigilia, consideraba las respuestas de sus fantasmas, no se dejaba embaucar por los impostores, adivinaba en ciertas perplejidades una inteligencia creciente. Buscaba un alma que mereciera participar en el universo.
A las nueve o diez noches comprendió con alguna amargura que nada podía esperar de aquellos alumnos que aceptaban con pasividad su doctrina y sí de aquellos que arriesgaban, a veces, una contradicción razonable. Los primeros, aunque dignos de amor y de buen afecto, no podían ascender a individuos; los últimos preexistían un poco más. Una. tarde (ahora también las tardes eran tributarias del sueño, ahora no velaba sino un par de horas en el amanecer) licenció para siempre el vasto colegio ilusorio y se quedó con un solo alumno. Era un muchacho taciturno, cetrino, díscolo a veces, de rasgos afilados que repetían los de su soñador. No lo desconcertó por mucho tiempo la brusca eliminación de los condiscípulos; su progreso, al cabo de unas pocas lecciones particulares, pudo maravillar al maestro. Sin embargo, la catástrofe sobrevino. El hombre, un día, emergió del sueño como de un desierto viscoso, miró la vana luz de la tarde que al pronto confundió con la aurora y comprendió que no había soñado. Toda esa noche y todo el día. la intolerable lucidez del insomnio se abatió contra él. Quiso explorar la selva, extenuarse; apenas alcanzó entre la cicuta unas rachas de sueño débil, veteadas fugazmente de visiones de tipo rudimental: inservibles. Quiso congregar el colegio y apenas hubo articulado unas breves palabras de exhortación, éste se deformó, se borró. En la casi perpetua vigilia, lágrimas de ira le quemaban los viejos ojos.
Comprendió que el empeño de modelar la materia incoherente y vertiginosa de que se componen los sueños es el más arduo que puede acometer un varón, aunque penetre todos los enigmas del orden superior y del inferior: mucho más arduo que tejer una cuerda de arena o que amonedar el viento sin cara. Comprendió que un fracaso inicial era inevitable. Juró olvidar la enorme alucinación que lo había desviado al principio y buscó otro método de trabajo. Antes de ejercitarlo, dedicó un mes a la reposición de las fuerzas que había malgastado el delirio. Abandonó toda premeditación de soñar y casi acto continuo logró dormir un trecho razonable del día. Las raras veces que soñó durante ese período, no reparó en los sueños. Para reanudar la tarea, esperó que el disco de la luna fuera perfecto. Luego, en la tarde, se purificó en las aguas del río, adoró los dioses planetarios, pronunció las sílabas lícitas de un nombre poderoso: y durmió. Casi inmediatamente, soñó con un corazón que latía.
Lo soñó activo, caluroso, secreto, del grandor de un puño cerrado, color granate en la penumbra de un cuerpo humano aun sin cara ni sexo; con minucioso amor lo soñó, durante catorce lúcidas noches. Cada noche, lo percibía con mayor evidencia. No lo tocaba: se limitaba a atestiguarlo, a observarlo, tal vez a corregirlo con la mirada. Lo percibía, lo vivía, desde muchas distancias y muchos ángulos. La noche catorcena rozó la arteria pulmonar con el índice y luego todo el corazón, desde afuera y adentro. El examen lo satisfizo. Deliberadamente no soñó durante una noche: luego retomó el corazón, invocó el nombre de un planeta y emprendió la visión de otro de los órganos principales. Antes de un año llegó al esqueleto, a los párpados. El pelo innumerable fue tal vez la tarea más difícil. Soñó un hombre íntegro, un mancebo, pero éste no se incorporaba ni hablaba ni podía abrir los ojos. Noche tras noche, el hombre lo soñaba dormido.
En las cosmogonías gnósticas, los demiurgos amasan un rojo Adán que no logra ponerse de pie; tan inhábil y rudo y elemental como ese Adán de polvo era el Adán de sueño que las noches del mago habían fabricado. Una tarde, el hombre casi destruyó toda su obra, pero se arrepintió. (Más le hubiera valido destruirla.) Agotados los votos a los númenes de la tierra y del río, se arrojó a los pies de la efigie que tal vez era un tigre y tal vez un potro, e imploró su desconocido socorro. Ese crepúsculo, soñó con la estatua. La soñó viva, trémula: no era un atroz bastardo de tigre y potro, sino a la vez esas dos criaturas vehementes y también un toro, una rosa, una tempestad. Ese múltiple dios le reveló que su nombre terrenal era Fuego, que en ese templo circular (y en otros iguales) le habían rendido sacrificios y culto y que mágicamente animaría al fantasma soñado, de suerte que todas las criaturas, excepto el Fuego mismo y el soñador, lo pensaran un hombre de carne y hueso. Le ordenó que una vez instruido en los ritos, lo enviaría al otro templo despedazado cuyas pirámides persisten aguas abajo, para que alguna voz lo glorificara en aquel edificio desierto. En el sueño del hombre que soñaba, el soñado se despertó.
El mago ejecutó esas órdenes. Consagró un plazo (que finalmente abarcó dos años) a descubrirle los arcanos del universo y del culto del fuego. Intima-mente, le dolía apartarse de él. Con el pretexto de la necesidad pedagógica, dilataba cada día las horas dedicadas al sueño. También rehizo el hombro derecho, acaso deficiente. A veces, lo inquietaba una impresión de que ya todo, eso había acontecido. . . En general, sus días eran felices; al cerrar los ojos pensaba: Ahora estaré con mi hijo. O, más rara-mente: El hijo que he engendrado me espera y no existirá si no voy.
Gradualmente, lo fue acostumbrando a la realidad. Una vez le ordenó que embanderara una cumbre lejana. Al otro día, flameaba la bandera en la cumbre. Ensayó otros experimentos análogos, cada vez más audaces. Comprendió con cierta amargura que su hijo estaba listo para nacer —y tal vez impaciente. Esa noche lo besó por primera vez y lo envió al otro templo cuyos despojos blanquean río abajo, a muchas leguas de inextricable selva y de ciénaga. Antes (para que no supiera nunca que era un fantasma, para que se creyera un hombre como los otros) le infundió el olvido total de sus años de aprendizaje.
Su victoria y su paz quedaron empañadas de hastío. En los crepúsculos de la tarde y del alba, se prosternaba ante la figura de piedra, tal vez imaginando que su hijo irreal ejecutaba idénticos ritos, en otras ruinas circulares, aguas abajo; de noche no soñaba, o soñaba como lo hacen todos los hombres. Percibía con cierta palidez los sonidos y formas del universo: el hijo ausente se nutría de esas disminuciones de su alma. El propósito de su vida estaba colmado; el hombre persistió en una suerte de éxtasis. Al cabo de un tiempo que ciertos narradores de su historia prefieren computar en años y otros en lustros, lo despertaron dos remeros a medianoche: no pudo ver sus caras, pero le hablaron de un hombre mágico en un templo del Norte, capaz de hollar el fuego y de no quemarse. El mago recordó bruscamente las palabras del dios. Recordó que de todas las criaturas que componen el orbe, el fuego era la única que sabía que su hijo era un fantasma. Ese recuerdo, apaciguador al principio, acabó por atormentarlo. Temió que su hijo meditara en ese privilegio anormal y descubriera de algún modo su condición de mero simulacro. No ser un hombre, ser la proyección del sueño de otro hombre ¡qué humillación incomparable, qué vértigo! A todo padre le interesan los hijos que ha procreado (que ha permitido) en una mera confusión o felicidad; es natural que el mago temiera por el porvenir de aquel hijo, pensado entraña por entraña y rasgo por rasgo, en mil y una noches secretas.
El término de sus cavilaciones fue brusco, pero lo prometieron algunos signos. Primero (al cabo de una larga sequía) una remota nube en un cerro, liviana como un pájaro; luego, hacia el Sur, el cielo que tenía el color rosado de la encía de los leopardos; luego las humaredas que herrumbraron el metal de las noches; después la fuga pánica de las bestias. Porque se repitió lo acontecido hace muchos siglos. Las ruinas del santuario del dios del fuego fueron destruidas por el fuego. En un alba sin pájaros el mago vio cernirse contra los muros el incendio con-céntrico. Por un instante, pensó refugiarse en las aguas, pero luego comprendió que la muerte venía a coronar su vejez y a absolverlo de sus trabajos. Caminó contra los jirones de fuego. Éstos no mordieron su carne, éstos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión. Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo.



(*) Borges, Jorge Luís: Ficciones. EMECÉ Editores, 23ª Edición. Bs.As. Argentina, 1975