En sentido amplio, la imagen es la representación mental de un objeto; en sentido restringido, e independientemente de la polisemia de la palabra, o de cualquier concepto o acepción que encontraremos en los diccionarios especializados…
Díaz Punceles, Oscar: La imaginación del lenguaje (O de la naturaleza de la imagen poética). Fondo Editorial de Humanidades. UCV. Caracas., 1994
(...)Cuando capto una realidad exterior, cuando asimilo un objeto o lo que puede decir de ese objeto, tomo conciencia de que mi entendimiento no ha dejado de su peculiar posición interior para buscar ese mundo exterior que, como objeto que es, tiene una realidad fuera de mí…
Evidentemente no recibimos el objeto en su realidad física, porque se queda fuera. Recibimos una representación del objeto (…) lo que llega al entendimiento y permanece en nuestra conciencia, reproduce la realidad del objeto en sus notas esenciales...
La imagen se nos presenta como la vicaria del objeto (lo que es o lo que puede decir) en eterno peregrinar desde el objeto físico al entendimiento inmaterial…
García del Castillo, Julián: La imagen es el mensaje. Ediciones Trípode. Caracas. 1987
Las imágenes son superficies significativas. En la mayoría de los casos éstas significan algo “exterior”, y tienen la finalidad de hacer que ese “algo” se vuelva imaginable para nosotros, al abstraerlo, reduciendo sus cuatro dimensiones de espacio y tiempo a las dos dimensiones de un plano. A la capacidad específica de abstraer formas planas del espacio tiempo- tiempo “exterior”, y de re-proyectar esta abstracción del “exterior”, se le puede llamar imaginación. Ésta es la capacidad de producir y descifrar imágenes, de codificar fenómenos en símbolos bidimensionales y decodificarlos posteriormente.
Flusser, Vilém: Hacia una Filosofía de la fotografía. Editorial Trillas. Mexico.DF.2000
“…en el espejo solamente vemos simulacro y mentira en la representación del objeto exterior; porque en el espejo no existe lo que nos muestra: de otro modo la imagen quedaría en él y no la reemplazaría otra en un momento, ni se verían innumerables formas aparecer y desvanecerse sucesivamente.”
(Séneca, I, XV)
(…) nos es presentada en la historia de Narciso, una trágica figura de muchacho tan parecido a Hiacinto que frecuentemente se los confundía. Del hermoso Narciso se contaba que al llegar a los dieciséis años de edad vio por primera vez su reflejo en una de las muchas fuentes del Helicón en la región de Tespis en Boecia, una región en la que Eros era adorado especialmente. Narciso se enamoró de su propio reflejo y se consumió, o bien se dio muerte. De su cuerpo brotó la flor que todavía hoy se llama Narciso, un nombre derivado de nuestra vieja palabra narke “estupor”
Tomado del libro de Los Dioses de los griegos, de Karl Kerényi.
Monte Ávila Editores Latinoamericana.
2ª Edición, 1999
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